domingo, 6 de noviembre de 2011

EL CUENTO DE MIS PRÁCTICAS

En busca de un pez…

El agua profunda se dirigía cada vez con mas fuerza hacia su destino, a medida que avanzaba se ensanchaba más el caudal, y más cosas arrastraba. En ese torbellino había de todo: plantas que pertenecían al agua, y plantas de la tierra, animales acuáticos y algún que otro animal arrastrado por la corriente.
A la orilla del río se encontraba un osito pequeño en edad, más no en tamaño, con mucho hambre, necesitaba comer, pero no lograba cazar ningún pez en el agua entre tanto revuelto de cosas que había: cuando un pez se acercaba lanzaba un manotazo, pero sacaba un pedazo de tronco un poco podrido que no podía saciarlo; cuando parecía que otro se acercaba se lanzaba de desesperación pero lo único que lograba era enredarse entre ramas cortadas y un gran chapuzón.
Entre esos intentos, paso un oso un poco mayor, que se compadeció de él. Y acercándose cazó un pez y se lo dio. El pequeño oso se alegró mucho, sació su hambre, y lo que era mejor, estaba contento porque no le implicó demasiado esfuerzo…
Y así fue, el osito consiguió un pez, pero pronto comenzó a sentir hambre nuevamente, ¡Que iba a hacer!, ¿Dónde estaba aquel oso que lo ayudó?... ya no lo encontraba… Había sido feliz, no se quejaba, pero solo por un momento.
Así quedó a la orilla del río cargando con el cansancio del día, la fatiga de los intentos inútiles, y el hambre descomunal. Hasta que pasó una osa con un poco más de experiencia, solo un poco, que conocía lo que era ese tipo de hambre y esa situación. Al verlo se acordó de ella cuando necesitó auxilio, y creyó conveniente brindarle ayuda en ese momento justo.
Osa ¿tienes hambre pequeñuelo?
Osito: sí, mucho, ¿me vas a dar un pescado?
Osa: podría, pero quisiera entregarte algo mejor…
Osito: ¿Qué cosa? ¿Un pez más grande, o uno más exquisito acaso?
Osa: No. Si tienes hambre, no te voy a dar un pescado, sino que quiero enseñarte a pescar… pues no siempre podré estar a tu lado para ayudarte, tienes que valerte por tí mismo. Así no solo podrás comer cuando tengas hambre, sino cazarlos cuando quieras, y el pez que prefieras.
A partir de ese momento esa osa ya no era para el osito, como las mil osas que se encontraban en el bosque; y ese osito, ya no era para ella cualquier osito parecido a todos: cada uno se hizo particular para el otro, porque habían creado un lazo que los unió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario